De pequeña me encantaba jugar en la arena
de la playa, y a mis hijos también les divierte muchísimo. Es un juego universal, clásico pero siempre actual.
Empieza el buen tiempo, y para quienes tenemos
la playa cerca es un plan perfecto para pasar de una jornada en familia disfrutando de la naturaleza.
Con un poco de imaginación, los peques son capaces de idear decenas de juegos para
entretenerse con la arena durante horas. Uno de los más populares es cavar agujeros
en la orilla que se llenen con el agua del mar a modo de fosos o piscinas. Y
siguen de actualidad los castillos y las tartas, los moldes con formas, rebozarse
en la arena después de darse un chapuzón a modo de “croqueta”, enterrarse,
buscar tesoros debajo de la arena, dibujar o escribir con los dedos o con el
rastrillo, hacer una rayuela…
Pero además del aspecto lúdico, jugar con
la arena tiene también otros muchos beneficios didácticos. Es una actividad saludable, que ayuda a los más pequeños
a desarrollar la manipulación y la psicomotricidad
fina. Favorece la creatividad y el
gusto por disfrutar de la vida al aire libre. Permite que los niños experimenten y comprendan conceptos
científicos como más y menos, seco y mojado, las formas, la arena húmeda pesa
más que la seca y es más oscura, etc.
¿Hacemos un castillo?
Podemos pasar jornadas enteras disfrutando de la arena y del agua: una diversión low-cost para niños y no-tan-niños!!!
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