La convivencia
familiar es algo que nos marca profundamente en la infancia: las
interacciones que se establecen en el hogar, las relaciones, el
ambiente que se respira... y es algo que podemos mejorar notablemente
a través de las emociones positivas.
Una emoción es una
reacción relacionada con los sentimentos y estados de ánimo, con
una parte cognitiva u otra fisiológica. Hay diferentes emociones
(asco, tristeza, alegría, miedo, sorpresa, ira) que se caracterizan
por su cualidad e intensidad, y podemos aprenderlas por proximidad,
por consecuencias. Cada persona es diferente en parte porque sus
experiencias son diferentes.
Las emociones
positivas son las que nos producen resultados beneficiosos para
el mantenimiento de la vida, de la felicidad, la salud y el bienestar
personal: en resumen, para mejorar la vida de las personas.
El diálogo debe ser la
base sobre la que se sustente la comunicación de la familia, y con
un diálogo conseguimos generar emociones: podemos decir o hacer
algo para que nuestros hijos o nuestra pareja se sientan bien, y
también podemos lograr que se sientan mal.
En muchos casos, las
emociones que sentimos dependen de la conducta de la gente con la que
nos comunicamos, y por eso las personas podemos manejar
voluntariamente las emociones de los otros, especialmente cuando se
trata de nuestros hijos a los que realmente les marcan nuestras
opiniones.
De alguna manera, las
emociones de los niños están en nuestras manos. No al cien por
cien, pero en el ámbito familiar tenemos la posibilidad de hacer
algo.
Podemos entrenar a
nuestros hijos en emociones positivas: si experimentamos
sensaciones positivas de forma frecuente se convierten en
sentimientos, y si los sentimientos se mantienen en el tiempo llegan
a formar parte de la personalidad. De este modo, si conseguimos que
nuestra familia experimente a menudo sensaciones de alegría haremos
que sean personas felices.
Si somos conscientes de
que podemos influir en el desarrollo de las personas que queremos,
somos en parte competentes para hacer que las cosas les vayan bien.
Guiar el comportamiento
de nuestros hijos es nuestra responsabilidad, y lo que
nosotros hacemos tiene efecto sobre ellos: felicitarles cuando hacen
algo bien o hacerles notar nuestro orgullo, cumplir siempre nuestras
promesas, demostrarles nuestro cariño, escucharles y valorar su
conversación, darles la oportunidad de ser autónomos y alcanzar
nuevos logros...
Hay muchas cosas que podemos hacer en el día a día para que nuestros hijos sean un poco más felices.
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