lunes, 7 de marzo de 2016

Mejorar las relaciones familiares a través de las emociones positivas

La convivencia familiar es algo que nos marca profundamente en la infancia: las interacciones que se establecen en el hogar, las relaciones, el ambiente que se respira... y es algo que podemos mejorar notablemente a través de las emociones positivas.
Una emoción es una reacción relacionada con los sentimentos y estados de ánimo, con una parte cognitiva u otra fisiológica. Hay diferentes emociones (asco, tristeza, alegría, miedo, sorpresa, ira) que se caracterizan por su cualidad e intensidad, y podemos aprenderlas por proximidad, por consecuencias. Cada persona es diferente en parte porque sus experiencias son diferentes.
Las emociones positivas son las que nos producen resultados beneficiosos para el mantenimiento de la vida, de la felicidad, la salud y el bienestar personal: en resumen, para mejorar la vida de las personas.
El diálogo debe ser la base sobre la que se sustente la comunicación de la familia, y con un diálogo conseguimos generar emociones: podemos decir o hacer algo para que nuestros hijos o nuestra pareja se sientan bien, y también podemos lograr que se sientan mal.
En muchos casos, las emociones que sentimos dependen de la conducta de la gente con la que nos comunicamos, y por eso las personas podemos manejar voluntariamente las emociones de los otros, especialmente cuando se trata de nuestros hijos a los que realmente les marcan nuestras opiniones.
De alguna manera, las emociones de los niños están en nuestras manos. No al cien por cien, pero en el ámbito familiar tenemos la posibilidad de hacer algo.
Podemos entrenar a nuestros hijos en emociones positivas: si experimentamos sensaciones positivas de forma frecuente se convierten en sentimientos, y si los sentimientos se mantienen en el tiempo llegan a formar parte de la personalidad. De este modo, si conseguimos que nuestra familia experimente a menudo sensaciones de alegría haremos que sean personas felices.
Si somos conscientes de que podemos influir en el desarrollo de las personas que queremos, somos en parte competentes para hacer que las cosas les vayan bien.
Guiar el comportamiento de nuestros hijos es nuestra responsabilidad, y lo que nosotros hacemos tiene efecto sobre ellos: felicitarles cuando hacen algo bien o hacerles notar nuestro orgullo, cumplir siempre nuestras promesas, demostrarles nuestro cariño, escucharles y valorar su conversación, darles la oportunidad de ser autónomos y alcanzar nuevos logros... 
Hay muchas cosas que podemos hacer en el día a día para que nuestros hijos sean un poco más felices.

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