Al igual que las
personas nos preparamos físicamente para practicar algún deporte,
también debemos entrenarnos en el desarrollo de emociones
positivas, que son tan relevantes para nuestra salud como la
práctica de actividad física.
Una herramienta cada
vez más en auge son los talleres de risoterapia, pero esa es una
actividad puntual que no siempre está al alcance de todos... está
bien asistir y disfrutar del momento, pero lo que realmente mejorará
nuestra calidad de vida es entrenar las emociones positivas de toda
la familia o de nuestros alumnos en nuestro día a día.
No se trata de hacer un
taller de larga duración, sino de aprovechar pequeños momentos para
centrarnos en experimentar y disfrutar de las sensaciones.
Yo suelo aprovechar
algún rato en que sienta que hay un clima adecuado para reírse, en
el que vea que los niños están receptivos, para proponerles o
iniciar de forma espontánea algún juego con una dinámica clara e
instrucciones sencillas.
Dependiendo del
ambiente y el momento, podemos improvisar una guerra de almohadas o
de globos de agua, algún baile divertido y desinhibido que nos haga
reír a carcajadas, hacerse cosquillas... No se trata de un taller
estructurado, sino de aprovechar pequeños momentos. Por
ejemplo, hace unos días yo me estaba maquillando y mis hijos
entraron en el baño. Les pareció gracioso ver cómo me pintaba los
ojos... y yo tenía dos opciones: decirles que salieran de allí de
inmediato y me dejaran terminar tranquila... o aprovechar la
oportunidad que se me estaba brindado para ser un poco menos
“correcta” y disfrutar... así que exageré mi maquillaje y les
pinté también a ellos... las risas debieron escucharlas todos los
vecinos!!! Sí, es cierto que luego tuve que desmaquillarnos a todos,
volver a maquillarme yo en un visto y no visto y salir de casa con la
hora encima, pero estoy segura de que el día empezó de forma
positiva y que esas emociones felices que disfrutamos nos
hicieron vivir mejor el día.
Si el juego elegido resulta molesto para alguien o percibimos que no funciona, lo mejor es cambiarlo rápidamente o simplemente finalizar la actividad y esperar a que se dé otra situación más propicia.
Al terminar nuestro
ejercicio, es importante hacer una pausa que nos sirva como
relajación para continuar con la vida cotidiana en casa o en el
aula.
Los momentos de risa y
felicidad compartida, aunque interrumpan otra actividad, nunca son
tiempo perdido sino tiempo invertido en salud y calidad de vida.
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